Generalmente el precio de una traducción se calcula en base al recuento de palabras del texto original. Si ves la traducción como una mercancía, para comparar proveedores te bastará comparar sus precios. ¿Para qué vas a pagar 0,24 céntimos por palabra si otro te ofrece el mismo servicio por 0,23 la palabra? ¿No son lo mismo?
Una respuesta a esta pregunta es «¿Para qué vas a pagar un solo céntimo? ¡Google traduce gratis!». Si lo único que te preocupa es el precio, hay muchos traductores automáticos en internet. No te van a dar una traducción de alta calidad, pero darán el pego y no te costarán ni un céntimo.
Hay dos tipos de compradores de traducción y, en consecuencia, dos tipos de proveedores. Algunos consideran la traducción una mercancía mientras que otros piden más. Los que piensan en la traducción como en una mercancía buscarán los precios más bajos. No les importará mucho quién traduce su texto, qué herramientas se emplean o cómo se trata el resto del proceso de documentación siempre y cuando el servicio sea barato. Este enfoque es perfectamente válido cuando no importa ni la calidad ni la inteligibilidad del resultado. Aquellos que pidan algo más a una traducción deben emplear su buen criterio cuando busquen un proveedor. No todo el mundo puede entregar grandes volúmenes en un periodo corto de tiempo, organizar grandes grupos de traducción o encargarse de la traducción paralela a 15 lenguas, y seguir garantizando el nivel de calidad previamente acordado.