Una buena traducción expresa el significado del original de forma precisa y fluida en el idioma de destino. Recuerda que a menudo no hay una «equivalencia exacta» para todos los conceptos al pasarlos de una lengua a otra. Al contrario de lo muchos piensan, una traducción literal, palabra por palabra, no garantiza la precisión en el resultado. En lugar de volcar los conceptos originales en el idioma de destino, las traducciones de calidad adaptan el mensaje central al público de destino. Una traducción libre no tiene porqué ser menos precisa que una traducción literal. Tampoco es recomendable asumir que un traductor «certificado» será mejor que uno que no lo sea.
Por lo general, es mucho más seguro evaluar la capacidad de un traductor mediante su competencia real, y no por el hecho que tenga una certificación determinada o haya realizado una prueba en el pasado. Los jueces finales de la calidad serán tus lectores, quienes deben poder leer el texto traducido con la misma comodidad que lo hacen los lectores en la lengua original. Llegar a ese resultado es la mejor prueba de que una traducción es buena.